viernes, 3 de julio de 2009

Conversaciones de ascensor

Miercoles, 13:23 horas de una semana cualquiera de un mes cualquiera en algun lugar de Gipuzkoa tres personas se disponen a coger un ascensor que les lleve a sus casas a disfrutar de unos suculentos y no tan suculentos manjares.

El primero de ellos es un hombre de mediana edad, espigado y debilucho. Su parquedad verbal no le impide dominar diestramente su muleta, clave de esta historia. El segundo de ellos es un chicoviejo, un poco alcohólico y un poco afeminado, con una vez que pretende muy suave y dulce, pero cargada de ignorancia y maldad. El tercero, un servidor... mejor no me describo.

Se cierra la puerta y comenta el muletero que lleva desde septiembre que le operaron en la misma situación, pero que ahora está mejor, ya que por lo menos habla -a cualquier cosa se le llama hablar, lo de ese hombre era balbucear y ya estoy siendo generoso- y puede caminar. El viejete alcohólico hace que se preocupa por su situación, y de buenas a primeras el enfermo, que hasta entonces habís sido un vecino bastante apático y mlhumorado, en unatque de heestadoapuntodemoriryhevueltoancergraciasseñorportodo, nos comenta que por una operación de fístula tuvo una embolia cerebral o algo parecido.

Un servidor, que no es muy ducho en el tema, y aunque siempre haya pensado que este hombre tenía el cerebro en el culo, exterioriza una mueca de asombro. ¿Cómo puede ser posible que metiéndote un bisturí láser en el culo se te acaben fundiendo los plomos?

Según el damnificado, todavía menos ducho que yo en los temas médicos, es culpa de los médicos. Es evidente que los últimos 20 años de excesos que han salpicado la vida de este muletero eterno nada tienen que ver con sus daños cerebrales, por favor, Dios nos libre. Por lo visto tiene juicio con Osakidetza por los daños que le han ocasionado.

"Tin-tan-ton". Llegué a mi planta y ahí abandoné a mis dos compañeros de miércoles de ascensor, compartiendo ua interesante conversación que ya habrán olvidado.