El momento del parking fue un poco tenso. Había que agradar y la gente no acababa de llegar. Además era difícil prever qué tipo de personas podrían venir a ese curso; aunque hice de tripas corazón y guardé mis prejuicios en lo más hondo de la maleta.
Como era de esperar el primer contacto fue, sin más. Hola hola, que tal que tal y poco más. Creo que no era el único que estaba bastante tenso. Algunos estábamos solos, otros acompañados por varios compañeros de su cole, otros solos pero en un lugar bien conocido para ellos (eh Félix?), según él por las colonias, pero con el paso de los días muchas lenguas viperinas, de esas que abundaron en nuestro Sustrai, decían que porque había sido hermano.
De aquí creo que fuimos a las habitaciones, “dejad las maletas y poneos cómodos” dijo el guía Jose Ángel. Vaya por Dios, dos cosas otra vez. Parece que este hombre siempre tiene dos cosas que decir, ni una, ni tres, siempre dos. Yo me tomé al pie de la letra lo de ponerse cómodo y allí me planté con mis zapatillucas de estar en casa. No comprendí que no había que ponerse tan cómodo, y me vi el único de todos en esa tesitura. “Primera meadita fuera del tiesto, Fran”, me dije, “empiezas con buen pie, siendo el foco de atención y posiblemente siendo también el primer tema de esas conversaciones iniciales bastante tensas”. Pero… cada uno es como es jajaja. Hay que decir que para la comida ya no destacaba tanto en el grupo, por lo menos no en lo tocante a la indumentaria.
Por la tarde o a media mañana, no recuerdo, nos enseñaron la finca, el monasterio y lo que los hermanos llaman el Palacio, que vienes a ser una casa solariega de agárrate y no te menees. Vamos que el nombre de Palacio le va que ni pintado. Después de ver el claustro, escuchar plácidamente, aunque con un poco de frío, toda la evolución de la finca a lo largo de la historia, visitar la capilla ultramoderna, el txoko (¡qué lugar!)… hicimos unos juegos para romper el hielo, conocernos todos y empezar a interactuar entre nosotros. Personalmente estos juegos me han tocado siempre las pelotas, porque nunca había sido yo de hacer grupo y todas esas chorradas, pero he de decir que desde este Sustrai todas estas “gilipolleces” las veo de muy buena gana y me parecen la mar de útiles.
Y allí anduvimos, haciendo el ridículo entre risas, saltos, alguna que otra mueca graciosa y una música de lo más pegadiza jajaja. La verdad es que todos acabamos más o menos cansados, unos más que otros (eh Jonla?), pero todos con una sonrisa y con los nombres de todos los participantes en la mente, cosa esta muy importante por lo menos para un desastre de persona como yo que necesita bastante tiempo para memorizar los nombres.
Acabadas las tareas “educativas” tuvimos nuestro primer momento de tiempo libre. Unos fueron al frontón, otros al gimnasio, creo, y algunos otros fuimos a dar un maravilloso paseo hasta el castillo. La verdad es que no soy muy de andar, pero de las opciones que se barajaban, ésa era la mejor. Y menos mal que fui, porque la verdad es que fue maravilloso. En este paseo es donde comencé a hablar con la persona que luego sería un referente para mí durante las cuatro semanas siguientes. Dado que su rodilla estaba mal, y el aquí escribiente que sin darse cuenta ya había empezado a agradar, se decidió a esperar a Amaia para que no anduviera sola por esas viñas del señor (y nunca mejor dicho) de la que podía aparecer el guía de la expedición con la respuesta “estoy devolviendo a la Tierra lo que ella me ha dado”, a la pregunta de “José Ángel, ¿qué haces ahí?”. Desde ese momento en adelante Amaia siempre dirá que hay que coger los racimos de arriba porque los de abajo pueden estar meados. Todavía me río con eso.
Y así volvimos a San Asensio, con la noche a punto de caer y con las nervios ya bastante más relajaditos, después de haber disfrutado de un paseo en la mejor de las compañías y en un entorno privilegiado.
Continuará…
No hay comentarios:
Publicar un comentario