domingo, 15 de enero de 2012

SUSTRAI III

Ha pasado un poco ya de tiempo desde la última actualización pero todavía hay algo que decir de aquellas cuatro semanas, y queda, por así decirlo, la parte social… y alguna cosilla más.
No pienses querido lector, que todo en el Sustrai fue estudio y vida monacal en forma de paseo, ni mucho menos. Recuerdo perfectamente los paseítos a San Asensio pueblo a tomarnos la bien merecida cervecita de después de una agotadora jornada de trabajo. Era acabar, ponernos todo la chandalina y para San Asensio o donde tocara ir.
Ya que ha aparecido la palabra chandalina, habrá que hacer una pequeña aclaración. Los expertos del grupo en ropa cómoda, básicamente Jon Alzaga, profe de HF, desconcocían su origen etimológico; por tanto se hubo de recurrir al consejo de ancianos, que casualidad era presidido por la más joven del grupo, otra persona experta en el arte del vestir cómodo, dado el esfuerzo físico que realiza cada día acunando a los más pequeños de Lasalle Bilbo. Tras largas deliberaciones y consultas al Poli de la moda, pudimos concluir que chandalina eran aquellos míticos chándales de tactel, marca Running, que tenían un tacto especial, un sonido peculiar (flish, flish) y unos colores la mar de llamativos. Por tanto la chandalina viene a ser un chándal normal; y es posible que fuera la palabra más citada en todo el Sustrai. Aclarado.
Como iba diciendo, cuando acabábamos de “currar” íbamos muchos, los más insanos generalmente, en peregrinación hacia San Asensio. El
hecho de llevar a profas de HH hacía que tuviéramos que ir agarraditos todos de la chaqueta del que nos precedía, no fuera a ser que nos perdiéramos. Y así lo hacíamos con la peculiaridad que menos en líneas rectas íbamos de cualquier forma. Ahora todo hay que decirlo, íbamos bien señalizados con el correspondiente chaleco reflectante. Bastantes risas con las caminatas en la oscuridad por el arcén de aquella carretera perdida de la mano de Dios, los sustos que se escondían detrás de cualquier matorral… Anécdotas hay varias, como la de la mujer que según su marido nos hubiera robado la cámara de fotos si no hubiera estado él allí para impedirlo, la de aquellas señoras que haciendo que jugaban a cartas, no quitaban ojo de encima a los guapos chicos que los hermanos habían llevado en esta hornada del Sustrai, las quejas por el volumen de algunos integrantes del Sustrai, en las este servidor no tenía nada que ver… Siendo esto así, algunas vez, los boronos del grupo tuvimos que ser llamados al orden por las chicas de la expedición, a las que les perdonamos todo porque son TAN ALTAS!! TAN LISTAS!! Y TAN GUAPAS!! que nada más podíamos hacer.
Y así pasaban los días, mucho más rápido de lo que cualquiera de nosotros hubiera pensado antes de ir, entre presentaciones, películas, charlas interesantes, visitas al entorno m
ás cercano a San Asensio y alguna que otra excursión a Bilbo y Zaragoza que aparecerán en otro post más adelante.
Paso ahora a relatar la visita a Briones, que la hicimos la última semana y que fue quizá la que más me gustó o cuando menos la que más me tocó. Briones es un pequeño pueblito de la Rioja que atesora un gran número de riquezas. Lo primero que llama la atención en este pueblo es la opulencia arquitectónica de varios de sus palacios, la calma que exhalan los cantos de piedra que forman sus calles del casco y esa mortecina iluminación que le da a todo el conjunto un aire antiguo. En esta ocasión fue el párroco del pueblo el que nos hizo de guía. Para atendernos, canceló su reunión de catequesis con ancianos que viene haciendo desde hace dos años, tal es nuestra importancia. Aunque es posible que la verdadera razón fuera que se lo pidiera el Hermano Jose Angel, y no fuera a ser que se enfadara y le dejara sin ir al txoko con el resto de hermanos, ya que este párroco suele frecuentar esas fiestas de hermanos en el txoko de San Asensio. Comenzamos la visita viendo una pequeña capilla situada en la entrada a la parte vieja del pueblo. Pequeña era, y nadie imaginaba los tesosros que albergaba. Allí pudimos observar varios vestidos eclesiásticos de gala, es decir, aquellos que el párroco utiliza cuando mueven a la virgen de San Asensio, desde esa capilla a la iglesia del pueblo en Semana Santa y cuando la traen de nuevo en noviembre, diciembre, creo recordar. Lo curioso de estos ropajes es que datan del año mil seiscientos y poco y que están hechos de hilo de oro, auténtico, por supuesto, y de terciopelo puro, auténtico también. Por tanto son verdaderas joyas de un valor incalculable. Pero no es que hubiera uno o dos de estos trajes, sino que había la friolera de una decena mínimo. Y lo más impresionante de todo es que a día de hoy se siguen utilizando como si fueran una simple sotana. Esta es una de esas cosas que me maravilló de este pueblo, la poca importancia que se le da a estos tesoros, porque el párroco hablaba de ellos como quien habla de una camiseta normal.
El hombre que nos acompañaba merece un párrafo para él solo. Era un hombre mayor, campechano y como tal nos hizo las explicaciones. Se le olvidaban datos que en principio debería saber, tales como fechas relacionadas con el calendario cristiano, por ejemplo. En esos casos aceptaba abiertamente que se no se acordaba y santas pascuas. ¡Cuánta sinceridad! Esta es otra de las cosas que me llamó la atención, esa fe simple, personal, alejada del dogmatismo al que estamos acostumbrados.
Después de ver esta capilla fuimos a visitar la joya de la corona, la parroquia del pueblo, majestuosa e imponente en la plaza de Briones. Lo primero que me llamó la atención fueron las policromías que todavía se conservaban, y bastante bien, en todo el retablo y en las naves laterales de la iglesia. He de decir que yo no lo había visto jamás y he de admitir que le daban un colorido al conjunto digno de mencionar. Aquí tuvimos la suerte de entrar en la sacristía que utilizan y allí se exponían dos librazos de hace más de 500 años que casi me cago la pata abajo cuando los veo. Le hoja, el pergamino mejor dicho, de cada uno de ellos era de 70 u 80 centímetros de alto por 30 o 40 de ancho. Valor de estos libros, incalculable. Cuando los vi no pude menos que comentarle a Jose Angel “pero, ¿tú sabes la de vacas que hay en cada libro de estos?”, para risa y sorpresa de más de uno. “Porque” incidí “no es piel de conejo, cerdo, cabra o jabalí de lo que están hechos, sino de vacas”, es decir, del mejor material que podía haber y el más caro, dado su escasez. Y creedme que esos libros eran pesados, muy pesados y que había muchas ternerillas allí. Cuando el párroco habló de ellos, lo hizo una vez más como si se tratara de ediciones de bolsillo de Los pilares de la tierra, sin valorarlos para nada. “Si se rompen, bajamos unos cuantos más de allí arriba” señalando al coro “donde tenemos unos cincuenta más” Casi me caigo de culo cuando lo oí. Y la última prueba del poco valor que le daba a las joyas que allí tenía fue la de ceder el órgano de la iglesia, órgano que databa del siglo XVII a quien quisiera tocarlo, es decir a cualquier mano inexperta. Y todos sabemos del valor de estas delicadas piezas musicales.. No os podéis imaginar cómo suena el cumpleaños feliz en un órgano de esos y en una iglesia. Fue un momento…
Y aquí doy por concluido este post, esperando que os haya gustado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

te has olvidado de las chispitas que salían de la electricidad que producía la chandalina al quitártela